La fugitiva by Marcel Proust

La fugitiva by Marcel Proust

autor:Marcel Proust [Proust, Marcel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1927-04-23T05:00:00+00:00


CAPÍTULO SEGUNDO

* * *

LA SEÑORITA DE FORCHEVILLE

No es que no siguiera amando a Albertine, pero ya no era del mismo modo en los últimos tiempos; no, era al modo de tiempos más antiguos, en que todo lo relacionado con ella —lugares y personas— me hacía sentir una curiosidad en la que había más encanto que sufrimiento y, en efecto, tenía la sensación de que, antes de olvidarla del todo, antes de volver a la indiferencia inicial, debería —como un viajero que vuelve por el mismo camino a su punto de partida— cruzar en sentido contrario todos los sentimientos por los que había pasado antes de llegar a mi gran amor, pero esas etapas, esos momentos del pasado, no están inmóviles, han conservado la terrible fuerza, la afortunada ignorancia, de la esperanza que se lanzaba entonces hacia un tiempo ahora convertido en pasado, pero que una alucinación nos hace por un instante confundir retrospectivamente con el futuro. Leía yo una carta de Albertine en la que me había anunciado su visita por la noche y sentía por un segundo la alegría de la espera. En aquellos regresos por la misma línea de un país al que nunca volveremos, en el que reconocemos el nombre, el aspecto, de todas las estaciones por las que ya hemos pasado a la ida, a veces, mientras estamos detenidos en una de ellas, tenemos por un instante la falsa ilusión de volver a partir, pero en la dirección del lugar del que procedemos, como la teníamos la primera vez. Esa impresión desaparece en seguida, pero por un segundo nos habíamos sentido de nuevo dirigidos hacia él: así es la crueldad del recuerdo.

Y, sin embargo, si bien no podemos —antes de volver a la indiferencia de la que partimos— dejar de recorrer en sentido contrario las distancias que habíamos atravesado para llegar al amor, el trayecto, la línea, que seguimos no son forzosamente los mismos. Tienen en común no ser directos, porque el olvido avanza tan poco regularmente como el amor, pero no necesariamente siguen las mismas vías y en la que yo seguí al regreso hubo, ya muy cerca de la llegada, cuatro etapas que recuerdo en particular, seguramente porque en ellas vi cosas que no formaban parte de mi amor a Albertine o que al menos estaban relacionadas con él tan sólo en la medida en que lo que ya había en nuestra alma antes de un gran amor se asocia con él, ya sea alimentándolo, combatiéndolo o haciendo con él, para nuestra inteligencia analizadora, contraste e imagen.

La primera de dichas etapas comenzó al principio del invierno, un hermoso domingo de Todos los Santos, en que había yo salido. Al acercarme al Bois, recordé con tristeza el regreso de Albertine del Trocadero, pues era un día idéntico, pero sin ella: con tristeza y, sin embargo, no sin placer, de todos modos, pues la repetición en tono menor, en tono desolado, del mismo motivo que había llenado el día de otro tiempo, la falta incluso de



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